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Un transplante de médula ósea es un proceso físico, emocional y psicológico muy difícil, tanto para el paciente como para sus familiares. Adicional a la molestia física asociada con el transplante también existe profundo malestar emocional y psicológico, así como trauma por su enfermedad.
El paciente necesita y debe buscar, tanto como sea posible, la ayuda de expertos para salir adelante. El transplante ofrece esperanza de recuperación, sin embargo el proceso es largo y arduo, no grato y con grandes posibilidades de éxito pero sin garantía del mismo.
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